La opulencia de una ciudad se mide por el volumen de cosas que cada día se tiran y que ceden su lugar a otras totalmente nuevas.
Como todos los días a las 21:00 Gabriel abrió la puerta de su casa y bajó las escaleras corriendo de puntillas.
Miró hacia atrás y le reconfortó ver que no dejaba rastro en forma de gotitas.
Atravesó la segunda puerta de su limpio portal y tras mirar a ambos lados cruzó los dos metros de la acera que le separaban del árbol de la basura
donde depositó con indiferencia la bolsa que le había acompañado todo el día en la cocina.
Acto seguido se giró y rehizo el camino.
En ningún momento de su vida Gabriel se paró a pensar si lo que hacía estaba bien o mal, o si esas bolas de residuos servirían para sembrar de plástico el futuro.
Como casi todo el mundo, podría ser ciudadano de Leonia –ciudad perfectamente descrita por Italo Calvino en su libro “Las ciudades Invisibles”-
y estar convencido de que la “opulencia de una ciudad se mide por el volumen de cosas que cada día se tiran y que ceden su lugar a otras totalmente nuevas.”
Él, como los habitantes de Leonia podría acabar por odiar esas sobras que ayer representaban sus sueños y tan sólo podría amar lo nuevo del día siguiente.
Gabriel se recoge a su casa sin pensar ni un instante en el diseño, en ese estilo de vida que desde el Siglo XX lo domina todo.
Si no empleara tanto tiempo en comprar la basura de mañana tal vez hubiese podido leer a Zygmunt Bauman y enterarse así de que
la “cualidad de residuo no es intrínseca a ningún producto” sino que es el diseñador el que “le otorga esas cualidades, el que lo hace un producto perecedero”.
El diseño dibuja el espacio que dará cabida a “lo bueno” a la vez que se lo quita a “lo malo”.
El cuento “da importancia al producto y se olvida del residuo”.
Sabría también que según este autor polaco recientemente fallecido (9 de Enero de 2017)
“todo acto creativo culmina cuando se es capaz de separar y eliminar los residuos”
y que la “transmutación es un problema porque no es nunca completa y los residuos no llegan a ser totalmente eliminados
por lo que tenemos un sin fin de éstos que deberán de ser por lo menos apartados de nuestra vista y de nuestro pensamiento.
Bauman le haría pensar en ese segundo tipo de camión que sale de las fábricas y que no lleva el producto acabado y sí el residuo camino del pretendido olvido.
Dicho olvido es la esperanza de los habitantes de Leonia.
A estas alturas Gabriel ya debería comprender que todos estos residuos y la forma de tratarlos representa nuestra esencia como seres humanos
y son el reflejo de nuestras carencias y falta de empatía.
En este punto vería los basureros como “lugares fronterizos donde a un lado queda lo rechazado y al otro lo admitido, lo excluido y lo incluido”.
Sin darse cuenta Gabriel habría ido ascendiendo estadios de entendimiento y comprendería que los residuos no son sólo objetos o alimentos.
Aquí se trata a todos por igual y las personas entran también en esa rueda que les hace rodar hasta basureros sociales donde se les sitúa “fuera de toda jurisdicción”
y a los que tan sólo se les pide ser invisibles.
Son los inmigrantes, los recién llegados, los más parecidos a esos residuos que Gabriel tira contra un árbol sin pararse a pensar en Bauman, ni en la Leonia de Italo Calvino.
Si aún tuviese fuerzas podría leer “Pureza y Peligro” de Mary Douglas
y comprendería que “la basura conserva su identidad hasta que se diluye con el resto formando parte de un lugar ya definido
y por eso resulta tan violento el hurgar en ésta.
Así mientras no sea visible su identidad el desperdicio no es peligroso.
La visión de esta antropóloga pondría a Gabriel en la senda que “une la suciedad con el desorden” de una manera relativa y por lo tanto subjetiva.
Concluye Mary Douglas que “tratar de eliminarla (la suciedad) no es un movimiento negativo sino un esfuerzo positivo por organizar el entorno.
Es un movimiento creador, un intento de relacionar la forma con la función, de crear una unidad de experiencia.”
Al final del día Gabriel se acuesta, cierra los ojos y por primera vez en su larga vida los sueños dejan de ser basura.
A recipe for Transformative Activism fun:
On my birthday, I asked my friends as much nothing as possible.
To come and help me get rid of my accumulated waste in a creative way.
We made three groups and each chose a theme: make a person, an animal, a mythical being…
Children and adults alike went wild and surprised ourselves with wondrous collective creations.
Then these beings were transported to local dump sites and given one last use
as guardians of our consciousness.
One lasted one day, another for a few more days and one lasted a whole week. The signs exhorting to Reduce, Reuse, Recycle lasted longer.
It seems the garbage men agree with us.
See our post on Trashman Rob Greenfield
who takes another surprising approach to raising awareness in his community
and also for suggestions on how to Re-Re-Re.
Una receta para el activismo transformador divertido:
Para mi cumpleaños, le pregunté a mis amigos lo menos como sea posible.
Para venir y ayudarme a deshacerse de mis residuos acumulados de una manera creativa.
Hicimos tres grupos y cada uno eligió un tema: hacer una persona, un animal, un ser mítico …
Tanto niños como adultos se volvieron locos y se sorprendieron con maravillosas creaciones colectivas.
Luego estos seres fueron transportados a sitios de vertido local y se les dio un último uso
Como guardianes de nuestra conciencia.
Uno duró un día, otro durante unos días más y uno duró una semana entera. Los signos que exhortan a Reducir, Reutilizar y Reciclar duraron más.
Parece que los empleados de basura están de acuerdo.